miércoles, 25 de agosto de 2021

                           Confederación Imperial Galáctica


Libro - 15

El Embajador


5











Fecha estelar - 5343

1º Cuadrante Militar del Imperio

Sistema Zero

Planeta Capital

Palacio Imperial

 

Selena estaba esperando pacientemente a que su Alteza abandonase la cámara de gravedad que estaba situada en sus aposentos privados mientras pensaba detenidamente en las últimas sorpresas. Dudaba de que nadie hubiese sido capaz de desentrañar la maraña de "situaciones" que su Alteza parecía haber desencadenado con la parsimonia de siempre, y que como era costumbre, nadie había visto venir. Primero la elección de la Embajadora, que hizo que al enterarse de los hechos ya consumados tras que partiese en el Crucero B-52, casi le diese un infarto a todo el mundo, empezando por el Emperador, el Presidente del Gobierno y los principales líderes de la oposición. La elección fue Lady Dalemar, una hembra Myrrsh, que resultaba ser la mayor antagonista de su Alteza y la última opción que cualquiera en su sano juicio elegiría, excepto claro, el Príncipe Jhored, vaya usted a saber porque inimaginables motivos.


Después de esto, cuando aún no se habían calmado las aguas, llegó la noticia del retorno a Mar-Shagan del Crucero Ligero B-52 con ciertas particularidades a bordo del mismo que casi le provoca un ataque de apoplejía a medio gobierno. A saber, una embajadora Chin con su sequito, que habían viajado algo apretados, por no decir que más pegados que un regimiento de marines en una lanzadera de asalto, porque bodegas y hangares del Crucero estaban hasta los topes de cámaras criogénicas ocupadas por miembros Chin de su fuerza defensiva espacial, todo nuevamente por obra y gracia de las peregrinas ideas de su Alteza Imperial. Luego estaba la elección del destino, el que todos ellos desembarcasen del Crucero en las dársenas de Mar-Shagan en vez de en cualquier otro lugar, como la estación comercial en el radio externo del Sistema Belal, no hizo la menor gracia al ministro de Defensa o el Estado Mayor central, especialmente porque pareció que nadie se molestó en impedir que observasen a placer la zona del Deposito donde en perfectas hileras amarradas unas a otras se podían ver los cientos de diferentes naves pertenecientes todas ellas a la reserva de la Flota. Selena una vez más, no dudo ni un solo instante, de que todo esto estaba guiado por la mano de su Alteza, que por algún motivo tenía interés en que los Chin fueran conscientes de ello.

Mientras que los militares Chin comenzaron a hacerse cargo de sus futuras naves, siendo instruidos por personal de la reserva de la Flota destinado a Mar-Shagan, la embajadora con su sequito había sido trasladada a la capital en un Crucero de Batalla que fue escoltado por tres Cruceros Pesados y una docena de Destructores siguiendo la principal ruta comercial en lugar de saltar directamente hasta Capital. Durante el trayecto los Chin fueron muy capaces de poder observar el enorme movimiento de naves comerciales en cada parada de la ruta. En esos mismos instantes, quince días después de su llegada, las 58 Naves de la futura Flota Chin estaban desplazándose por los principales corredores comerciales haciendo ejercicios integrados en una flota de instrucción de la Reserva, mientras que sus miembros también podían observar a placer como funcionaban las cosas.

Una vez que llego el sequito a palacio, hubo alguien que se quitó de en medio en el acto. La embajadora junto con algunos de sus más cercanos colaboradores a la semana de estar en Palacio, ya había mantenido varias reuniones con miembros del gobierno, de la oposición, con el mismísimo Emperador e incluso había tenido hasta tiempo de intercambiar algunas palabras con Kilara y los Gemelos. Con todos menos con su Alteza Imperial el Príncipe Jhored, que parecía no tener la menor prisa por entrevistarse con nadie. Lo peor desde el punto de vista de la Embajadora Chin, era que, puesto que el Propio Emperador había sido tan amable de atenderles personalmente, no podían decir o hacer nada para forzar un encuentro con el Príncipe, más allá de sutilmente preguntar por él de vez en cuando de un modo trivial.

Del mismo modo, habían sido reportados por inteligencia ciertos informes sobre las actividades de los ayudantes de la Embajadora Chin, que a cualquier persona con un cargo elevado debería de haber preocupado, aunque solo fuese un poco y eso que había un punto concreto que a juicio de ambas organizaciones sí que era bastante serio. Sn embargo, su Alteza Imperial el Príncipe Jhored se había limitado a leerlos con una leve sonrisita de diversión que ponía a todo el mundo bastante nervioso cuando veía eso, y en especial a Selena… Uno de los informes, el que teóricamente más debería de haber preocupado a su Alteza, pero que, sin embargo, además de la mayor sonrisa de todas, recibió también una carcajada por su parte, y fue sobre las puertas de gusano construidas en la Confederación Imperial. Estas crearon el en grupo Chin una más que visible conmoción. Si bien en ese caso, sí que su Alteza dio órdenes estrictas sobre lo que los "extranjeros" podían o no saber al respecto, que era poco más que su uso y capacidad de movimiento de naves, pero no tomó ninguna otra medida aparte de sonreír.

Esta era la típica situación en la que tanto inteligencia en la Capital como sus propios jefes del SISI, solían llamar preocupados a Selena ante el comportamiento de su Alteza, porque a ninguno se les escapaba que en el mejor de los casos estaba esperando algo, o en el peor, tramando alguna jugarreta, y cualquiera de las posibles opciones tendía a ponerles muy nerviosos. Selena no podía culparles, la última vez que ambos servicios se despistaron y se confiaron con su Alteza, fue cuando asumió temporalmente el cargo de su Tío, pensando que con el rígido protocolo de la corte estaría totalmente bajo control. Eso desde luego era algo que ninguno de ellos iba a olvidar jamás, principalmente por las repercusiones de lo hizo bajo sus narices y de lo que no se enteraron hasta que les explotó en los morros cuando la misma Selena siguiendo órdenes del propio Jhored se lo explicó detalladamente junto con un montón de incomodísimas preguntas por parte de su Alteza que llevo a ambas organizaciones casi al caos ante la sospecha de lo que se les podía venir encima si no contestaban de modo apropiado.

 De hecho, en el complejo aun duraba el oleaje cuando su Alteza estaba cerca por el trato a base de preguntas incomodas que también dispenso a las distintas áreas de funcionarios del mismo. Excepto el personal de más baja cualificación, el resto, por mínimo que fuese el cargo que ocupase, huía de la presencia de su Alteza como si este tuviese algo contagioso. Cuando se cruzaban con él, o cambiaban de dirección, o se escondían a la mínima que pudiesen. Sin olvidarse por supuesto, de su última hazaña al nombrar como embajadora a Lady Dalemar sin que nadie se enterase hasta que ya fue demasiado tarde y de que, como explicación de ello, tan solo se limitó a reírse…

La Embajadora Chin, la Dama Mei Ling, está muy sorprendía por todo lo que le estaban informando sus ayudantes sobre lo que iban averiguando en sus paseos por el complejo, pero especialmente sobre su escurridiza Alteza Imperial el Príncipe Jhored, que era el único con el que todavía no habían coincidido. La Embajadora era plenamente consciente del hecho natural de que un funcionario de bajo rango, se asustase e incluso aterrorizase ante la presencia de alguien de un puesto tan elevado como seria su Alteza, el segundo en el escalón de poder, por lo que podía significar si por error lo ofendiese, algo también muy habitual en su propia cultura. Pero lo que tenía a todos ellos desconcertados eran los motivos de esto, no entendían que todo ese miedo, hasta casi poder calificarlo como "terror", viniese dado por el casi podían denominar como "anecdótico" hecho de que su Alteza les "preguntase" por algo. Para ellos, en su mundo, el que alguien tan encumbrado como seria su Alteza les "preguntase", aunque solo fuese una dirección, sería algo maravilloso, denotaría un honor el poder ayudar a alguien así.

Sin embargo, después, paradójicamente, estaba la situación contraria que les tenía a todos ellos aún más sorprendidos si cabe, porque, sin embargo, eran los empleados de los más bajos desempeños, quienes no aparentaban tener el menor miedo, e incluso para su sorpresa, habían averiguado que se detenían a cambiar saludos brevemente con su Alteza cuando se cruzaban con él. Eso nuevamente, era algo del todo inconcebible en su propio mundo, donde alguien de ese nivel no osaría levantar su mirada más allá de los pies del personaje, menos aún tratar de interactuar con él. Y lo peor de todo, que contra más averiguaban sobre su Alteza, más cosas extrañas encontraban… En realidad, extrañas y que de poder llegar a confirmarse muchas de ellas, ciertamente inquietantes.

Otros elementos más que les tenía completamente desconcertados sobre su Alteza a raíz de todo esto, es que quedaba claro que no era ningún estúpido como cualquiera podría haberse pensado por diversos motivos encontrados durante sus pesquisas. Su desempeño ocupando el puesto de su Tío durante su breve regencia, por lo que averiguaron fue calificada como sobresaliente, sin dejar de lado su aspecto militar, en el que se le tenía por el mejor táctico y estratega de toda la Confederación Imperial, dato que le llegó procedente del Almirante Yue Fei, quien estaba al mando de las fuerzas Chin desplazadas para hacerse cargo de las naves "donadas". Este había estado practicando y conversando con sus instructores sobre infinidad de cosas diversas, pero quienes le habían hablado también mucho sobre su Alteza, algunas cosas resultaban muy difíciles de creer. Lo peor es que cuando el Almirante Yue Fei diplomáticamente sugería su incredulidad, la respuesta era siempre la misma, risas atronadoras y un "espere a conocer a su Alteza y después me cuenta".

 Mientras que los ayudantes y colaboradores de la embajadora estaban comenzando a pensar que todo esto era un elaborado plan para demostrar a la población una gran promoción sobre su Alteza con el fin de garantizar la posición del Heredero o incluso quizá para ensalzarlo ante sus propios ojos, la embajadora no lo tenía tan claro. La Dama Mei Ling estaba comenzando a mostrar una cierta aprehensión sobre su Alteza, todo lo que estaba viendo podía ser el mayor movimiento de maquillaje que había conocido sobre una persona por uno u otro motivo, o por el contrario, como decía un refrán de su pueblo, esto solo era la roca en el extremo de la verdadera montaña que se ocultaba bajo el mar, y a cada nueva información que llegaba a sus manos, la dirigía aún más sobre la inquietante segunda opción.

Recordaba perfectamente que cuando la emperatriz ordeno el envío de un embajador, se presentaron una gran cantidad de oficiales de relaciones externas como ella, más de cien. Sin embargo, las condiciones impuestas por los extranjeros para poder viajar fueron muy duras, por no decir que detestables y denigrantes para un cargo como el suyo. Casi todos ellos se retiraron por considerarlo un insulto hacia la emperatriz y su pueblo. Tan solo ella junto con otros tres más avanzaron para la última entrevista con los extranjeros ante la emperatriz, todos ellos siguieron adelante con la intención de ser elegidos. Mei Ling considerando todo lo que sabía, no terminaba de ver nada clara la situación, había visto a la embajadora de los extranjeros, había debatido con ella de diversos temas, y pese a las especiales circunstancias que se daban con ella de ser corporalmente indescifrable, no le pareció alguien que cometería el error de insultarles aun por descuido, o de hacer algo sin meditarlo mucho antes. Dudaba seriamente que esto fuese un error o una provocación…

Además, existían otras causas a tener en cuenta, por ejemplo, el hecho de que por algún motivo ni la Emperatriz ni los principales ministros daban la menor seña de estar inquietos o incomodos por esto, como sería lo lógico. Por eso decidió seguir adelante, sin prejuzgar nada hasta saber más. Mientras que ella prefirió ser cautelosa y medir cuidadosamente hasta el último de sus movimientos, sus tres compañeros hicieron un discurso dejando claro lo que opinaban sobre las condiciones de este viaje pese a postularse para el cargo. Ella únicamente dijo cuando se le preguntó, que haría lo que considerase la Emperatriz que sería lo mejor para su pueblo fuesen cuales fuesen las condiciones para ello, incluso si tuviese que perder por ello su propio honor. Ese fue un movimiento arriesgado para su cultura, pero considero que allí estaba pasando algo que no entendía y por ello decidió dar un paso mas allá de lo políticamente correcto.

Aun recordaba perfectamente cuando finalmente fue seleccionada de entre los candidatos que se habían presentado. Después de aceptarla, reunieron a todos los que se presentaron originalmente en el mismísimo salón del Trono, indicándole a ella donde situarse antes de que estos entrasen, cosa que no se les permitió hasta que ella ocupo su puesto, que, para su sorpresa, tan solo estaba tres escalones por debajo de la emperatriz, en el lugar destinado a su propio personal de confianza. Después de esto, hicieron entrar al resto de candidatos, una vez dentro, y tras los saludos rituales, fueron muy severamente reprendidos por una nada contenta Emperatriz. Con un frio tono de voz, les explicó claramente lo profundamente decepcionada que estaba con todos, pues habían priorizado su comodidad a la presencia de miembros de su flota espacial que los acompañarían para hacerse cargo de las 58 modernas naves de guerra que los extranjeros les donaban para reconstruir su flota de defensa, junto con los dos nuevos modernos Astilleros y otro escudo de nivel planetario por si querían extender una futura colonia, algo que nadie había sabido hasta ese mismo instante.

Todos eran conscientes para ese entonces, por lo que habían conocido por parte de los miembros del Ejército que estaban colaborando con los extranjeros, de que, pese a que el número de naves pudiese parecer pequeño, la diferencia tecnológica con las que ellos habían poseído, hacía que su valor fuese inmenso. Si cuando les atacaron hubiesen contado con esas naves, ni una sola de las enemigas habría llegado mucho más lejos de su punto de salida en el sistema. Pero además estaba también el hecho de que el Escudo Planetario de Chin ya estaba por entonces operativo y las pruebas realizadas sobre su eficacia habían asombrado incluso a los más optimistas. Ahora todos sabían que, durante un periodo de tiempo, sería capaz de convertir el planeta en invulnerable a la espera de recibir ayuda. Algo que tenía a toda la sociedad Chin absolutamente maravillada desde que durante la prueba de resistencia vieron fluctuar el escudo ante los disparos de las naves en órbita, sin que el planeta fuese alcanzado ni una sola vez. Para el pueblo Chin fue un momento histórico.

Ese simple dato que dejo caer la Emperatriz sobre los motivos, transformó por completo la situación en que debía de viajar el Embajador, la incomodidad del viaje o el posible insulto a la dignidad del emisario y por ende a su emperatriz. Todo esto prácticamente desaparecía por la imperiosa necesidad de recibir esos "regalos" lo antes posible. La incomodidad era un mal sin importancia, mientras que la dignidad venia salvada por la disponibilidad de espacio en la nave derivada de la situación especial en la que la primera prioridad era la seguridad de su mundo tras el brutal ataque sufrido. Todos fueron despedidos por un gesto despectivo de la emperatriz, prohibiéndoles además el suicidio ritual al que sin duda más de uno quizá hubiese tratado de llegar, obligándoles a vivir con "su vergüenza", mientras que cuando se dirigió a ella lo hizo con toda dulzura, pidiéndole que la acompañase junto con los ministros para poder ponerla al día con todo lo que necesitaría conocer para poder hacer su futuro trabajo de forma óptima.

Tras esas reuniones donde fue informada de todo lo que se había podido averiguar hasta el momento sobre los extranjeros, y justo antes de partir, todos los ministros e incluso la propia Emperatriz, le dejaron muy claro que su principal atención debía de dirigirse en todo momento hacia su Alteza Imperial el Príncipe Jhored. Pero sobretodo, que cualquier valoración la hiciese únicamente sobre sus propias observaciones desechando cualquier otro medio o procedencia, pues estimaban que tratándose de esa persona podría no ser realista por muy confiable que pensase que fuese la fuente. Mei Ling cada vez estaba más convencida de que sus superiores habían tenido razón en referencia al Príncipe Jhored. Tras todos los datos que le habían llevado, su intuición le indicaba que realmente nada de aquello estaba bien, si lo analizaba detenidamente, lo miraba desde diferentes perspectivas y trataba de unir las piezas en diferentes ángulos, todo parecía algo sesgado o poco firme, y no porque fuese mentira precisamente, sino porque incluso aunque fuese factiblemente real, se temía que se quedasen muy cortos en sus apreciaciones.

Además, estaba un pequeño detalle que pasó desapercibido para todo su sequito, pero del que ella tomo muy buena nota, especialmente porque durante un par de años fue una de las maestras de los tres hijos de su Emperatriz, por ello conocía como funcionaban los niños de esas edades y como podían complicarte la vida si eran excepcionalmente inteligentes como parecían ser los hijos del Príncipe Jhored. En los gemelos pese a las diferencias culturales no vio nada que no le indicase que hasta cierto punto podía servirse de su propia experiencia durante su época de profesora. En uno de los viajes desde sus aposentos a una de las reuniones que tenía, se encontró con su Alteza Imperial la Princesa Kilara y sus dos hijos, junto con evidentemente, sus escoltas. Los dos gemelos la sorprendieron, pues pese a que cualquier príncipe sin duda recibiría la mejor educación, su comportamiento perfecto y sosegado le llamó la atención dadas sus edades.

De hecho, les felicito a ambos por ello, indicándoles incluso lo gratamente sorprendida e impresionada que estaba. Los dos agradecieron el detalle, sin embargo, escucho perfectamente como la niña le dijo a su hermano susurrándole en voz baja, "como si con papa cerca pudiésemos hacer algo sin que nos lo desbarate antes de que lleguemos ponerlo en práctica" y como este asintió a su comentario, escapándoseles a ambos durante un segundo, un gesto de frustración. Mei Ling tuvo muy claro que aquello no fue algo impostado y conocía de primera mano lo difícil que era hacer algo así con niños como esos. Comenzaba a darse cuenta de que el Príncipe Jhored posiblemente no fuese alguien tan simple de tratar o presuponer en sus acciones…

Discretamente desde ese momento comenzó a indagar sobre la educación de los gemelos y comportamiento "habitual", llegando a la conclusión de que eran muy revoltosos, como cualquier otro niño de su edad, excepto cuando su padre estaba presente y no precisamente por temor a que les pudiese castigar como sería lo lógico, visto lo averiguado, eso les parecía preocupar muy poco a ambos. Los hijos de su Emperatriz a esa edad eran iguales, excepto por el hecho de que aun castigándolos esta, no dejaban de hacer travesuras tal y como seria previsible en cualquier niño de su edad, pero especialmente cuando tenían unas posiciones tan encumbradas. Pero lo más importante es que ese gesto de frustración que pusieron los dos gemelos, solo se lo vio a los hijos de la emperatriz cuando sus guardias les estropeaban sus planes antes de poder hacer algo o de que lograsen "terminarlos", que era muy pocas veces pese a estar siempre pendientes de ellos. Esto si de verdad era como los Gemelos se dijeron entre ellos y no tenía razones para dudarlo, hablaba muy alto en favor de las cualidades de alguien tan ocupado como debía ser su Alteza. Cada vez estaba más interesada en conocer personalmente al Príncipe Jhored, desechando cualquier tipo de evaluación hasta que pudiese hacerla ella misma, entendió que ese comportamiento de los niños, pese a lo inocente que parecía, era muy significativo por diversos motivos…

A la tercera semana de estar allí, y cuando la flota entregada estaba ya prácticamente lista para viajar hasta su mundo junto con el sequito de la embajadora que embarcaría nuevamente en el Crucero B-52, el Emperador le ofreció a los Chin una cena informal. La Dama Mei Ling se sorprendió mucho cuando supo que su escurridiza Alteza Imperial estaría presente junto con su esposa, la Princesa Kilara, con la que ya había departido en alguna ocasión. De hecho, fue la propia Kilara quien al llegar a la cena le presento a su esposo el Príncipe Jhored, el cual dejo a toda la delegación Chin, incluido el Almirante al mando de la Flotilla con la boca literalmente abierta. Para sorpresa de todos, pero en especial de los Chin, su Alteza les saludo siguiendo su propio protocolo, quienes tras mirarse los unos a los otros, les quedo claro que ninguno de la expedición Chin le había enseñado como hacerlo. La Dama Mei Ling se dio cuenta de que, si bien su Alteza cometió algunos errores puntuales, estos en realidad se produjeron por el uso de algún modo ya en desuso, que no por un error como tal. Es más, dicho saludo había sido muy especial y sutil, pues no únicamente estuvo dedicado a ella como embajadora, sino que también a la persona que representaba, su Emperatriz, pero realizado desde un escalón levemente más bajo, como correspondería a un heredero, lo cual, para su cultura en este caso concreto, representaba algo muy importante. Decir que estaban intrigados seria quedarse algo cortos.

Durante la cena, intercambiaron palabras con todo el mundo, sin embargo, tanto la embajadora, el almirante, así como el resto de sequito, miraban intrigados la zona donde se sentaba el Príncipe junto con su esposa. A la derecha de Jhored se sentaba su esposa, a su izquierda una Almirante de la Flota, junto a esta un General, al otro lado, junto a la princesa, otro general, todos parecían ser de alta graduación y personas de máxima confianza del Príncipe. Tras su Alteza además se encontraba una mujer de pie que sin duda debía de ser su escolta personal y que no le perdía de vista, pese a que en la sala había al menos cincuenta Guardias Imperiales pegados a las paredes armados hasta los dientes. También se fijaron en que cualquier conversación que implicase a su Alteza fuera de estas personas, hacía que todo el mundo repentinamente dejase de hablar con quien fuese para centrarse completamente en él. Durante la cena, hubo una ocasión en que su Alteza salió del salón durante unos pocos minutos, la mujer a su espalda salió tras el sin hacer caso a su "orden" de que se quedase, y la respuesta de esta fue un sorprendente y sarcástico "lo hare cuando me lo orden su tío, ¡Alteza!", arrancando las carcajadas del emperador, la Princesa Kilara, la Almirante y los dos generales que estaban con ella, más las discretas sonrisas del resto de la mesa.

La Dama Mei Ling decidió tratar de indagar un poco aprovechando el saludo de su Alteza cuando regreso, disculpándose por haber tenido que ausentarse un instante…

-        Alteza… ¿Dónde aprendió nuestras costumbres? -preguntó Dama Mei Ling con voz suave-.

-        Oh, ¿se refiere al saludo protocolario que realice cuando nos presentaron? -replicó Jhored con un claro gesto de tratar de restar importancia al hecho-.

-        Si, eso mismo, realmente me sorprendió usted.

-        Bueno, con los informes que recibí de nuestra embajadora, mas todo lo que se recopilo sobre ustedes, decidí indagar en los registros históricos sobre la Tierra que se encuentran en nuestros sistemas. Reconocí las preferencias de su cultura sobre una antigua civilización denominada "China", junto con reminiscencias de otras dos, "Japonesa" y "Coreana". Reconocí en sus aspectos culturales ciertos patrones relacionados con su época Imperial, por lo que traté de encontrar un punto accesible al doble saludo, hacia usted y quien representa… Imagino que quizá resulte algo… digamos que desfasado… ¿no? -se rio Jhored-.

-        Alteza, reconozco mi asombro. Si me permite, siento decirle que sí, algo arcaico si resulto, pero, aun así, de verdad que consideramos como encomiable su esfuerzo por tratar de comprender nuestra cultura -replico una embajadora completamente asombrada. Especialmente porque como él había dicho, en realidad, el protocolo tomaba cosas de las tres culturas que mencionó, lo que lo hacía aún más extraordinario-.

-        Alteza, he escuchado muchas cosas sobre usted que créame, me han dejado asombrado, incluso me he entrenado con algunas de sus tácticas. Me gustaría decirle, que cuenta con mi más sincera admiración por ello -intervino el Almirante Chin-.

-        Oh, no se moleste Almirante, solo fueron pequeñas contribuciones que hice a nuestro ejército en un momento de necesidad… créame por favor… -sonrió Jhored-.

-        Alteza, aun si tan solo tuviese que concederle el crédito por un misero 10% de todo lo que me han contado o podido observar de primera mano en los datos que amablemente me proporcionaron, créame que seguiría siendo su admirador más rendido… -replicó el Almirante-.

-        Almirante, créame si le digo que eso es porque usted no tiene que tratar habitualmente con mi marido… Terminaría sustituyendo su admiración por suspicacia cada vez que le dijese algo… ¿sino pregúntele a la Almirante Tanya? -se rio Kilara, provocando también las carcajadas de la Almirante-.

-        Cariño… vaya fama que me vas a crear entre nuestros invitados… -reprendió un aparentemente sorprendido Jhored a Kilara-.

-        Alteza, que no cuela… sabe de sobra que si su tío nos invitó a los tres -señalo a Gzak y Mao-, es para asegurarse de que no aprovecharía esta cena para escaparse… de nuevo. No podría hacer que el "Represor" y su flota partiesen sin órdenes expresas mías o de alguno de ellos dos -replicó sarcástica Tanya-.

-        ¡¡Tiooo!! -exclamo una aparentemente escandalizado Jhored-.

-        ¡¡¡Sobrinoooo!!! -se rio el Emperador-. Jhored, que aún nos escuece la sorpresa que nos diste con el embajador que enviaste al mundo Chin en cuanto te quitamos un segundo la vista de encima -hizo un gesto de saludo hacia la delegación-. Por cierto, que estamos todos muy intrigados por saber en qué pensabas para enviar a tu principal detractora…

-        Uhhm, bueno, realmente no es mi detractora, Lady Dalemar tiene problemas con el sistema de gobierno, no conmigo personalmente.

-        En eso tiene razón Tío, Lady Dalemar es una gran admiradora de Jhored. Aunque también te digo que se fía de él tan poco como cualquiera de los que estamos en esta mesa y le conocemos -reconoció riéndose Kilara-. Pero todos sabemos que si la envió a ella fue por algo, aunque no veamos por qué…

-        Bueno es fácil. Primero Lady Dalemar es extremadamente competente para ese puesto. Segundo, no es alguien a quien se pueda manejar… -comenzó a enumerar Jhored ignorando el comentario de Kilara, siendo interrumpido por Selena al escuchar el segundo punto-.

-        Excepto por su Alteza, porque cuando termino su reunión con ella, Lady Dalemar salió de allí con cara de no saber cómo podía haber aceptado la misión cuando dijo al menos veinte veces que no, y mire que es difícil interpretar el lenguaje corporal de un Myrrsh -replicó Selena sarcástica-. Perdón Alteza, continúe… -el resto de los presentes, excepto la legación Chin que miraba asombrada, comenzaron a reír a carcajadas-.

-        Bueno, y la tercera, por lo mismo que ha explicado accidentalmente Selena, mi poco amable escolta. Porque los Myrrsh son extremadamente difíciles de interpretar por su lenguaje corporal, como supongo que el Almirante Yue Fei podrá atestiguar… -se rio Jhored, mientras la embajadora miraba asombrada a su Almirante-.

-        Si, es cierto, en estas semanas de instrucción he interactuado con diversas especies, y ciertamente los Myrrsh para mi han sido una incógnita corporalmente hablando, he sido incapaz de descifrar sus sutilezas lingüísticas asociadas a las corporales… Alteza, créame que aún me siento más abrumado por su capacidad si fue capaz de prever algo así -admitió un aparentemente apabullado Almirante-.

-        Entiendo… fue un movimiento muy inteligente por parte de su Alteza mandar como embajadora a Lady Dalemar, es cierto que nos ha supuesto un leve inconveniente mínimo que fuese precisamente ella la embajadora… -admitió Dama Mei Ling también asombrada por ello, especialmente porque mínimo precisamente no fue, de hecho les supuso un fuerte hándicap a la hora de tratar con ella-.

Por primera vez todos los miembros presentes del sequito Chin se comenzaron a dar cuenta de quien era realmente el Príncipe Jhored, pero especialmente Dama Mei Ling y el Almirante Yue Fei, ya que ambos fueron advertidos de que centrasen sus esfuerzos en averiguar todo lo posible sobre él sin dejar que ningún prejuicio interfiriese con sus apreciaciones. Los dos comenzaban a percibir con claridad que su Alteza no hacia nunca nada de forma gratuita, tras cada uno de sus movimientos siempre debería de buscarse un motivo. Curiosamente, cuando comenzaron a interactuar con Lady Dalemar, ambos fueron de los que inicialmente pensaron que el envío de aquella embajadora había sido un golpe de mala suerte, ya que, para su cultura, era tan importante en las negociaciones lo que se decía en voz alta como lo que el cuerpo transmitía de forma inconsciente, algo que sabían cómo aprovechar y sacarle partido. Sin embargo, mientras que los Almirantes y casi todos los mandos de la flota habían sido como libros abiertos, la embajadora les resultaba completamente "incomprensible" en sus muchos matices que podía transmitir su lenguaje corporal. Ahora ambos se daban perfecta cuenta, que no fue algo al azar, y más importante aún, que la decisión había sido tomada con un propósito muy específico desde tan lejos por alguien que nunca interactuó con su pueblo.

Durante la cena, se enteraron de ciertas cosas que les asombro, como el hecho de que su Alteza era extremadamente renuente a subir al Trono, y que prácticamente habían tenido que obligarlo a ser el heredero. También sobre varias de sus hazañas, como el periodo durante el que ocupó el puesto de su tío y sobre el que escucharon rumores, que, si bien nadie confirmo, sí que dieron los datos necesarios como para que ahora sí que pudiesen prácticamente darlos por válidos. Incluido el extraño motivo del temor a las preguntas de su Alteza por parte del personal del complejo, y las enormes cadenas de dimisiones, despidos e incluso detenciones que estas llevaron al funcionariado por diversos motivos. También lo peligroso que podía ser en asuntos como delincuencia, corrupción o casos de traición por algunos de las averiguaciones en los propios medios públicos de la Confederación Imperial, con el hecho de que su Alteza no se escondía a la hora de tomar medidas por drásticas que fuesen, además, pese a ello tenía una altísima evaluación positiva y admiración por la inmensa mayoría de su pueblo.

El Almirante Yue Fang durante su instrucción, tuvo acceso a varias de las simulaciones realizadas por su Alteza contra los mejores mandos de la Confederación Imperial, y tuvo que reconocer, que muy, pero que muy probablemente, a él en cualquiera de esas situaciones lo hubiesen terminado en el acto, pero, sin embargo, el Príncipe Jhored gano todas y cada una de esas "guerras" pese a que en gran parte de ellas estaba en unas condiciones de inferioridad francamente nefastas. Del mismo modo tuvo también acceso a cierta inteligencia sobre la Guerra que libro la Confederación contra Razors y Corix, junto con parte de la importarte contribución directa de su Alteza en ella. Al Almirante Yue Fei le resulto obvio que el Príncipe Jhored al frente de una Flota sería una muy malísima noticia para cualquiera que le enfrentase. A estas alturas ya tenía claro que, si alguien que lo tuviese en frente, aunque fuese tan solo por un momento, llegase a pensar que su Alteza Imperial estaba ahí únicamente por su rango, tendría problemas letales masivos.

Por otra parte, ninguno de los presentes por parte de la Confederación Imperial, tuvo siquiera una leve duda de que su Alteza no estuviese siendo tan locuaz y haciendo que ellos lo fuesen porque tenía algún plan en mente. Claro, que una cosa era estar seguro de que tramaba algo, y otra muy diferente era saber qué demonios pretendía con todo aquello. Especialmente mortificada estaba Selena, que llevaba observándolo como un halcón desde que todo esto empezó, y no había conseguido averiguar nada de nada de lo que fuese que hubiese tramado directamente debajo de sus narices. Incluida la elección de Lady Dalemar, que pese a la entrevista que realizo en su presencia, únicamente lo tomó como una especie de tanteo de su Alteza en referencia al futuro embajador por algún motivo que no llegaba a entender. Precisamente por eso, por ser quien era Lady Dalemar con respecto a su Alteza, que se las tenían tiesas cada dos por tres, se confió y no lo vio venir… Lo peor es que Selena tenía que reconocerse a sí misma, que conociendo como conocía a su Alteza, ese fue un absurdo error de novato que la sulfuraba contra ella misma hasta extremos insospechados… Cuando se enteró de su partida en el Crucero B-52 solo le faltó darse de cabezazos contra las paredes por su estupidez, y porque no decirlo, por la irónica forma en que su Alteza la miraba cuando le pidió que se lo confirmase…

 

 

EPILOGO

 

La charla con su Alteza durante la cena fue muy provechosa por parte de la embajadora o del Almirante. A ambos les dejo muy claro que su pueblo podía o no esperar de la Confederación Imperial y como de cuidadoso se debía de ser con cualquier cosa que implicase directamente a su Alteza, unas conclusiones que sorprendieron profundamente a los dos. Habían solucionado o averiguado más durante la cena con su Alteza, que en todo el resto del tiempo que estuvieron allí, y lo peor, que de algún modo sabían positivamente que no había mentido o exagerado ni una sola vez cualquier cosa que hubiese dicho, de hecho, fue todo lo contrario, en más de una ocasión trato de relativizarlo para tratar de disminuir su impacto. Pero lo más preocupante podía ser el porqué de tanta información gratuita, y ninguno de los dos pensó ni por un instante que allí se contase algo que su Alteza no quisiese que ellos conociesen…

Militarmente hablando, su Alteza explicó con todo detalle el problema de distancia que suponía una alianza en la actual situación, pues en caso de conflicto, ni las flotas de la Confederación podrían acudir al rescate de Chin a tiempo o dejando desguarnecido su territorio durante tanto tiempo, y a la inversa ocurría lo mismo. También dejó muy claro por qué se habían proporcionado tan solo naves "antiguas", siempre bajo los estándares actuales de la confederación. Del mismo modo y con la misma premisa, les fueron entregados dos escudos junto con la tecnología, además de planos de estaciones defensivas de combate Golán I y II, cuya situación era idéntica a la de la flotilla entregada. Para futuras modernizaciones en ese aspecto, dejo claro que el pueblo Chin aun tenían mucho trabajo por delante, pero en ningún momento les negó el que serían concedidas cuando fuese factible.

Tecnológicamente Chin no estaba a un nivel suficiente como para poder hacerse cargo de naves o plataformas defensivas muy modernas pues si sufrían daños no podrían ser reparadas o reemplazadas. Y lo peor era que una transferencia tecnológica de ese nivel tampoco era posible por la gran cantidad de diversos campos que implicaba, sería inviable. Sin embargo, esas naves o plataformas "antiguas", si bien suponían un salto cualitativo brutal, su industria si sería capaz de absorber los adelantos necesarios para poder operarlas con garantía mientras que mejorarían sus conocimientos de forma gradual. Ese salto implicaría también la capacidad para reproducir la tecnología de escudo planetario en unos pocos meses, aunque requeriría mucho trabajo por parte de todo el pueblo y sus industrias. También la Confederación les suministro equipos de comunicaciones "antiguos" junto con sus planos excepto para Chin, donde seria instalado uno de última generación a la vez que también se hacía entrega de repuestos para garantizar su óptimo funcionamiento durante varias décadas, tiempo para el cual, según su Alteza, posiblemente Chin ya hubiese alcanzado el nivel tecnológico de la Confederación o muy cercano a él. El sistema de última generación entregado para Chin era imposible de bloquear para la tecnología actual existente en todo el sector del brazo, lo que les garantizaba la vital comunicación con su Flota o la propia Confederación Imperial en cualquier circunstancia. Pero todo esto a su vez también implicaba un enorme problema de seguridad, ya que era obvio que cualquier otra raza del sector estaría más que dispuesta a hacer cualquier cosa por ponerle las manos encima.

Del mismo modo, Jhored dejó muy claro la imposibilidad de construcción de una puerta de Gusano en el sistema Chin por diversos motivos. Primero el coste y la complejidad para llevar hasta allí los elementos imprescindibles para ello que no pudiesen ser fabricados en Chin, lo que implicaría convoyes de cargueros con una necesidad de logística tremenda, su escolta incluida. Segundo la inviabilidad actual por la "falta" de ciertos materiales estratégicos que era muy difícil reunir dada su escasez en la galaxia, aunque en ningún momento se mencionó expresamente el Elemento Z. Tercero porque para poder justificar semejante carga financiera, el pueblo Chin debería de integrarse en la Confederación Imperial, algo que personalmente Jhored especifico que desaconsejaba a ambas partes. Cuarto, que aun en caso de que se decidiesen a construirla los Chin y se tuviesen todos los materiales necesarios, antes estos debían de ser competitivos, pero eso solo lo lograrían con un incremento tecnológico similar al de la Confederación, o serian completamente absorbidos por esta en todos los aspectos en unas pocas décadas.

Jhored explicó que la única opción para la construcción de la Puerta era a futuro, puesto que ello permitirá crecer económicamente y tecnológicamente a los Chin, mientras que a la confederación le permitiría reunir lo necesario para su construcción. Una vez todo estuviese listo, el coste debería de ser pagado por Chin, pero vistas las estimaciones de las ya existentes en la Confederación y otros estados, con los mismos ingresos producidos por la puerta en poco tiempo lo amortizarían, algo que también les demostró enseñando cifras precisas al respecto. De todo esto pudieron deducir, que, para entonces, con la puerta activa y su economía ya segura, sí que se podría establecer una alianza en firme si aún lo deseasen… Todo esto era algo tan importante como intrigante, y que, viniendo de su Alteza, era casi como una promesa escrita. Pero para ello, aun le quedaba a Chin mucho trabajo por delante, aunque por todo lo que ya habían visto la recompensa podría ser gigantesca para su pueblo.

Por todo lo averiguado o lo que se trató, Dama Mei o al Almirante Yue llegaron a la inquietante conclusión, de que cuando tuviesen que informar a sus superiores que era lo que consideraban como más fiable, más peligroso y la mayor fuerza de todo lo que habían visto o averiguado sobre la Confederación Imperial, en los tres casos, ambos sin dudarlo ni por un solo instante iban a señalar directamente a su Alteza Imperial el Príncipe Jhored. A los dos Jhored les pareció muy confiable en su palabra, pero a su vez, no era alguien a quién ninguno quisiese tener enfrente, y muchísimo menos como enemigo, especialmente porque en todo lo que se relacionó con su pueblo y pese a los aparentes pocos datos de que disponía, no había errado ni en una sola apreciación que ellos fuesen capaces de detectar. Esto aparentemente inocuo, si se pensaba detenidamente en ello y se analizaba con cuidado, sumado a todo lo que ya se conocía como cierto sobre él, era algo que ciertamente daba miedo por las implicaciones que se podían extraer sobre su Alteza Imperial.

Ambos llegaron a la conclusión de que en el muy probable caso de que la emperatriz quisiese establecer una embajada permanente, quien quiera que fuese elegido, por la cuenta que le traía, debía de procurar moverse siempre con la máxima precaución en las cercanías de su Alteza Imperial y no subestimarlo por ninguna circunstancia, por extraña que en un momento dado pudiese parecerle. Por otro lado, también determinaron que, con su Alteza, debían de olvidarse de tratar de "leerlo" del modo tradicional cuando hablasen con él, pues estaba claro que no les iba a servir de nada salvo llevarse a confusión. Si en algo estaban los dos de acuerdo sobre su Alteza, es que este era cualquier cosa menos previsible, y eso se podía aplicar a cualquier aspecto imaginable en el que estuviese implicado, por lo que más le valía a su gobierno y al futuro embajador tomar buena nota de ello.

 

FIN


10 comentarios:

  1. Como siempre un libro genial. Me quedo con ganas de ver como se desarrolla el tema de los chin, también el de los extraños y la demás fauna problemática jejeje

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  2. Uff, muchas gracias por este regalo vacacional. Como siempre magnifico y creativo al ciento por ciento. Muchas gracias por tu tiempo hacia nosotros.

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  3. Simplemente soberbio. No hay mas nada que decir y ya practicamente esta la entrega siguiente.
    Si tu visita al quirofano se demorara mucho, te invito a La Habana, tenemos un taller donde estoy seguro que con dos puntos de soldadura, 4 tuercas y 3 tornillos, tu brazo quedará perfectamente listo para.........
    Tirarlo en la basura.
    Saludos Maestro y sigue deleitandonos con tus relatos

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  4. Mil gracias. Eres un genio. Me encantan tus relatos. Amo este mundo de la Confederación Imperial, siempre me traslado a él en cada capítulo. Abrazos y gracias totales.

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  5. Wow!! Que maravillosa lectura,me sorprendí muchísimo cuando abrí la página y tenías dos libros más publicados (el de mayo ya lo había devorado).estos los he devorado en tan solo dos tardes; es imposible despegarse de los mismos hasta que uno termina.
    Gracias por tan buena saga y mis mejores deseos de que puedas seguir deleitándonos con ella.
    Y por lo que leo en los comentarios mejórate y ten una buena salud siempre.

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  6. He estado releyendo todos los libros.
    Suelo hacerlo cada vez que hay un nuevo libro
    Y me he dado cuenta de una cosa.
    ¿Nadie conoce la cara del principe heredero?
    Por que nunca lo reconocen incluso cuando saben que anda cerca.
    Como por ejemplo en el libro 6 que despues del anuncio del compromiso no reconocieron
    Y al emperador que tampoco lo reconozcan.
    Metido en una fiesta con la princesa heredera y nadie lo reconozca es curioso
    Pero no son criticas ya que me encantan los libros creo haberlo releido docenas de veces

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    Respuestas
    1. La situación que relatas es el Libro 13, Cap.4 y dice literal...
      el "encubierto y disfrazado" Emperador…
      Es de suponer que el príncipe también usa esas "técnicas"; aparte, solo es en visitas a "mundos".
      Hoy día el maquillaje hace milagros, no te digo en el 5300 y pico ;-PPP

      Un saludo,
      VGG

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    2. Jajajajajaja. Si, fallo mío, quizá debiese de haberlo especificado en algún momento, he dado por supuesto que se entendería que cuando anda por el mundo (que es casi siempre), Jhored suele ir "disfrazado". También ten en cuenta, que Jhored tiende a procurar aparecer en publico lo mínimo indispensable, y por lo general, casi siempre porque es necesario para sus planes.

      Como bien ha señalado VGG, con el Emperador si que lo mencione por lo obvio, porque a esa figura le deben de conocer hasta las hormigas.

      Me alegra que os hayan gustado los nuevos libros, a ver si puedo publicar pronto el próximo.

      Un saludo a todos...

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  7. Como dijo alguien hace un tiempo:
    F5, f5, f5, f5
    Nos malacostumbraste este año

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